lunes, 7 de mayo de 2012

EXORDIO. 1,1-4.

1              1En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. 2Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por un Hijo, al que nombró heredero de todo, lo mismo que por él había creado los mundos y las edades. 3Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser; él sostiene el universo con la palabra potente de Dios; y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de su Majestad en las alturas, 4haciéndose tanto más poderoso valedor que los ángeles cuanto más extraordinario es el título que ha heredado.

EXPLICACIÓN.


1-4.        Diferencia entre la antigua revelación y la nueva o definitiva. La categoría Hijo se opone y supera a la de profeta. Los profetas, intermediarios; el Hijo, en cambio, poseedor de toda la riqueza de Dios (heredero de todo) y causa de la creación del mundo y de la historia. En esta etapa final: la teología del judaísmo pensaba que la edad presente dejaría lugar a otra futura y gloriosa; para los cristianos, la muerte-resurrección de Jesús fue un acontecimiento de tal importancia que marcó el cambio de época; los mundos y las edades traducen la doble acepción del gr. tôn  aiônôn (1-2). Condición divina del Hijo (reflejo, impronta), su relación con el universo (sostiene el universo) y con los hombres (purificación de los pecados, es decir, supresión de los obstáculos a la relación con Dios); se sentó, cf. Sal 110,1; que ha heredado, cf. v.2: "heredero de todo". Se anuncia la primera parte (3-4).

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