19Hermanos, tenemos libertad para entrar en el santuario llevando la sangre de Jesús, 20y tenemos un acceso nuevo y viviente que él nos ha abierto a través de la cortina, que es su carne, 21y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.
22Acerquémonos, pues, con sinceridad y plenitud de fe, purificados en lo íntimo de toda conciencia de mal y lavados por fuera con agua pura; 23aferrémonos a la esperanza inamovible que profesamos, pues fiel es quien hizo la promesa, 24y considerémonos unos a otros para acicate del amor mutuo y del bien obrar, 25sin faltar a nuestra reunión, como algunos suelen; animaos, en cambio, y mucho más viendo que se acerca aquel día.
26Porque si, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, nos obstinamos en el pecado, ya no quedan sacrificios por los pecados, 27queda sólo la perspectiva pavorosa de un juicio y el furor de un fuego dispuesto a devorar a los enemigos. 28Al que viola la Ley de Moisés lo ejecutan sin compasión, basándose en dos o tres testigos. 29Cuánto peor castigo pensáis que merecerá uno que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha juzgado impura la sangre de la alianza que lo había consagrado y que ha ultrajado al Espíritu de la gracia. 30Sabemos muy bien quién dijo aquello: "Mío es el desquite, yo daré a cada cual su merecido", y también: "El Señor juzgará a su pueblo", (Dt 32,35-36). 31Es horrendo caer en manos del Dios vivo.
32Recordad aquellos días primeros, cuando recién iluminados sostuvisteis recios y penosos combates; 33unas veces os exponían públicamente a escarnio y vejaciones, otras os hacíais solidarios de los que así eran tratados. 34De hecho compartisteis el sufrimiento de los encarcelados y aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais un patrimonio mejor y estable.
35Conque mejor no renunciéis a vuestra valentía, a la que está reservada una gran recompensa. 36Es decir, os hace falta constancia, para realizar el designio de Dios y alcanzar así la promesa; 37porque ya "falta poco, muy poco, para que llegue el que viene; no se retrasará" (Is 26,20 LXX). 38 "Mi justo vive su fidelidad; en cambio, si se echa atrás, dejará de agradarme" (Hab 2,3-4 LXX). 39Y nosotros no somos de los que se echan atrás y perecen, sino hombres fieles que conservan la vida.
EXPLICACIÓN.
19-39. Gracias a Jesús, está abierto el acceso a Dios; cada cristiano tiene el privilegio del antiguo sumo sacerdote (19-21). El acceso a Dios se abre por la fe, que ha obtenido el perdón; en lo íntimo, por la experiencia interior del Espíritu; lavados, el rito del bautismo; por la esperanza, basada en la fidelidad a Dios; por el amor a todos, expresado en la acción y en la reunión eucarística (22-24); los que faltan a la reunión se hacen unos insolidarios de los demás, en la circunstancia difícil de la persecución (cf. v. 35); creencia en la cercanía de la reivindicación (25).
Para el que apostata, despreciando esta salvación, ya no queda otra. El fracaso del que ha abandonado su fe será peor que los castigos de la antigua alianza (Dt 17,6; 32.35-36). La descripción de la apostasía que hace el autor (pisotear al Hijo de Dios, juzgar impura la sangre de la alianza, etc.) hace pensar que los destinatarios sufren la presión de los ambientes judíos y sienten la tentación de volver al judaísmo (26-31).
Al principio de su conversión lucharon por la fe y sufrieron la persecución y el despojo con alegría (32-34). Deben continuar en la misma línea. Apoya la exhortación con textos de Is 26,20 y Hab 2,3-4 (LXX) (35-38).
No hay comentarios:
Publicar un comentario